Hola, queridas y queridos:
Hoy os escribo desde el norte de Alemania, un lugar donde nunca termina de hacerse de noche en verano 🕯️
El día que llegué a casa de mi tía Marta en Bremen, me eché una siesta en una hamaca para recuperarme del viaje. Era la primera vez que dormía sostenida por dos árboles y me gustó la sensación de descansar flotando sobre el césped. Al despertarme pensé que, muchas de las actividades que más placer me producen ocurren mientras estoy en suspensión: nadar, montar en bicicleta, navegar, volar… Quizás esa sensación de no tocar el suelo reavive recuerdos enterrados de cuando estábamos en la tripa de nuestras madres.
El verano es también un tiempo suspendido, un paréntesis que nos permite fantasear con otras vidas. Siento que de vacaciones es más fácil recuperar recuerdos. Este agosto he vuelto a Alemania, el país donde pasé todos mis veranos entre los seis y los dieciocho años. De pequeña hablaba muy bien alemán, ahora, regular, y ha sido bonito ver cómo volvían las palabras solas hasta mi boca. El otro día, bañando a mi hijo, me emocioné al recordar la palabra “Waschlappen”, manopla, que debía de estar perdida en algún rincón de mi memoria desde hacía dos décadas. Aquí no se usan las esponjas para enjabonarse, sino manoplas hechas con tela de toalla.
✨ Paula Modersohn-Becker y la colonia de artistas de Worspwede
Ayer visité la colonia de artistas de Worspwede, que está a una hora de autobús de casa de mi tía, y el martes el museo dedicado a la pintora Paula Modersohn-Becker que hay en el centro de la ciudad de Bremen. Paula Modersohn-Becker nació en Dresden en 1876 y murió en Worpswede en 1907 a los treinta y un años, dieciocho días después de dar a luz a su única hija. A pesar de su corta vida, dejó una obra espléndida. Su cuadro más famoso es el de la foto que os pongo más abajo, que es conocido por ser el primer autorretrato de una mujer desnuda y embarazada. Hasta entonces los desnudos femeninos siempre habían sido pintados por hombres. A Modersohn-Becker le interesaba captar el cuerpo de la mujer tal y como era, con naturalidad, sin ocultar los defectos y sin buscar agradar. En este cuadro, quien más placer parece experimentar es la propia artista al retratarse, pero no es un placer sexual, sino el de alguien que se gusta y se acepta tal y como es. Modersohn-Becker nunca ponía título a sus cuadros. Cuando falleció, su marido, el también pintor Otto Modersohn, los nombró describiendo lo que representaban, reforzando ese mensaje de naturalidad.
Paula Modersohn-Becker formó parte de la comunidad de artistas de Worpswede a la que también pertenecieron otros pintores como su marido Otto Modersohn, Heinrich Vogeler, su mejor amiga la escultora Clara Westhoff y el escritor Rainer Maria Rilke. En Worpswede, Modersohn-Becker retrató a las mujeres y a las niñas del pueblo. Este óleo de una madre dormida y desnuda amamantando a su bebé es probablemente uno de los cuadros que mejor capta los primeros meses de maternidad que he visto: el agotamiento de las noches en vela, el cuerpo que se derrumba, el bebé que sobrevive gracias a la leche de la madre. Hasta entonces, casi todas las representaciones que existían de mujeres dando el pecho eran las de Vírgenes alimentando al Niño Jesús.
Pero mis cuadros favoritos de Modersohn-Becker son en los que aparecen niñas y niños con la cara borrosa. En ellos a menudo el paisaje está oscuro o es de noche y las criaturas juegan solas en el bosque. Cuando están desnudas, parecen duendes. Los cuadros representan una infancia misteriosa, inasible, que se desvanece. Como dice la escritora Marie Darrieussecq, en sus cuadros no hay ni sombras ni inocencias perdidas.
Estos días he leído el libro sobre Paula Modersohn-Becker que ha escrito por la novelista francesa Marie Darrieussecq y que en España publica la editorial Errata Naturae. Se llama Estar aquí es espléndido. El título es una cita de Elegías de Duino de Rilke. El poeta alemán fue amigo de la artista y mantuvo con ella una larga correspondencia.
✨ Música para la duermevela
Hace unos días, la escritora Aixa de la Cruz recomendaba en su Instagram la canción Hallelluwah de la banda alemana Can (la describió como, cito de memoria, “una sesión de música electrónica de 1971”) y me hizo recordar la fiebre que me entró en 2010-2011 con el krautrock (género al que pertenece Can) y lo mucho que me obsesioné con la canción Rheinita de La Düsseldorf. Escuchándola tenía la sensación de estar flotando entre galaxias. El krautrock es un tipo de rock experimental que surgió en las ciudades de Düsseldorf y Berlín a finales de los años 60. La Segunda Guerra Mundial no estaba lejos, Alemania seguía partida en dos y los músicos jóvenes buscaban una nueva identidad alejada de los crooners que habían copado las emisoras de radio en las últimas décadas. Sus referencias eran la música clásica y el espacio. Me gusta esta mezcla de la raíz con el futuro para superar el presente y el pasado inmediato. Hay un documental de la BBC sobre este género que está muy bien, por si os apetece profundizar en el tema. Siempre me ha parecido muy interesante lo mucho que la música nos dice sobre el momento histórico en el que se crea.
Me encantaría descubrir más bandas o artistas alemanes. Si tenéis alguna recomendación, contestadme a este correo o dejad un mensaje en los comentarios.
Quienes seguís de vacaciones, disfrutad al máximo de vuestro tiempo suspendido. Quienes ya habéis vuelto al trabajo, ánimo con el aterrizaje.
Un abrazo fuerte,
Gabriela
Leerte me dieron ganas de tumbarme en una hamaca en el caribe de mi tierra; qué placer!!
Es un placer enorme tenerte presente en tus espléndidos textos!