¡Hola!
¿Cómo estáis? Espero que bien. Yo contenta de acudir puntual a mi cita epistolar esta semana. Mandar las cartas a tiempo me produce una alegría similar a la de cumplir con el gimnasio.
Hoy voy a hablaros de una de mis obsesiones recientes: el poder mágico de la escritura. Desde hace año y medio estoy convencida de que muchos textos funcionan como conjuros. Todo empezó con mi visita al rodaje de El comensal. Viajé en tren desde Madrid hasta un bosque navarro para encontrarme con Ángeles González-Sinde, la directora que transformó mi novela en película, y con el resto del equipo que trabajaba aquel día en el set. Lo primero que vi al llegar fue un camión gigante lleno de ropa para los actores. Unos metros más atrás, decenas de figurantes vestidos de guardias civiles hacían cola para almorzar en un buffet levantado en mitad del campo.
Toda la gente que veía estaba concentrada o en su plato o en su trabajo. Al fondo del sendero, como a medio kilómetro de la carretera, había una actriz que hacía de mí. Recreaba escenas que yo había vivido años atrás. Me sentí como un fantasma que miraba su vida desde fuera. La escena del pasado se repetía una y otra vez entre corten y acción. En aquel bosque, empecé a ver la escritura con otros ojos. Las palabras que yo había juntado en la soledad de mi habitación movían camiones, focos, actrices, actores, figurantes…
La humanidad ha reconocido cualidades mágicas en la escritura desde sus orígenes. Si no me creéis podéis ver el maravilloso documental de la BBC titulado The Secret History of Writing. El primer capítulo (tienen tres) comienza con unas imágenes de la historiadora Lydia Wilson entrando en la pirámide de Teti con una egiptóloga local. Las dos mujeres atraviesan un túnel hasta llegar a una sala donde hay un inmenso jeroglífico tallado en piedra. Según dicen, es el primer texto completo en egipcio antiguo. Impresiona ver lo bien conservado que está. Si me hubieran dicho que terminaron de tallarlo hace un año, me lo hubiera creído. La inscripción es un conjuro para ayudar a resucitar al rey Teti que yace en la pirámide. Dice algo así como:
Oh, Oh, levántate, viejo Teti. Toma tu cabeza, recoge tus huesos y tus extremidades, sacude la tierra de tu carne. Coge el pan y la cerveza que no está amarga. Vete a la puerta. Levántate, Teti. No debes morir.
El nombre de Teti se repite una y otra vez en las paredes de la tumba. Para los egipcios, la palabra escrita tenía tanto poder que tallar un nombre en piedra volvía inmortal a su portador. Cuatro mil años después seguimos resucitando al rey muerto. Así que tampoco andaban muy desencaminados los egipcios.
Espero que esta carta os haya hecho reflexionar sobre el poder de la escritura y que, a partir de ahora, seáis más conscientes de los textos que dejáis atrás.
✨ Música para la duermevela
Para terminar, os comparto una canción que descubrí a través de las recomendaciones de Spotify. Llevo unos días escuchándola sin parar. Es de la banda mexicana Belafonte Sensacional y se llama La noche total.
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Un abrazo fuerte,
Gabriela
En mi caso, ha sido la lectura la que me ha servido para resucitar espiritualmente en algunos momentos. Entrar y abandonarme en otros mundos y experiencias es, cuando el texto tiene la altura necesaria, como si accediera a otra dimensión, más allá.
Gracias por este nuevo Correo Nocturno, Gabriela!.